Opinión

El peor de los tiempos

Por Raquel Pozzi

En un mundo cada vez más pequeño y con fronteras permeadas por la catástrofe del miedo y la ansiedad, según el filósofo F. Berardi, el camino de la abstracción emprendió el gran salto hacia el hipermundo, ese mundo tradicional conocido sumado a la era digital y por ende a la heterotopía de M. Foucault que plantea a grandes rasgos la construcción de nuevos espacios con sus propias normas. La pandemia aceleró ese proceso, el del hipermundo y la heterotopía de la dimensión digital alterando nuestras percepciones sobre el tiempo y el espacio y relativizándolos.

La contracción del tiempo, los cuerpos físicos inasibles y la fragmentación de la realidad gestionaron en los individuos edificando algoritmos sensitivos percibiendo y proyectando mundos diferentes: el mundo virtual cada vez más global y el mundo real cada vez más individual. El aislamiento social amplió la base de los denominados trabajadores cognitivos, “los cognitariados”, quienes han padecido nuevas formas de alienación provocadas por la separación virtual de su existencia y la comunicación corporal, alterando las normas tradicionales de vida y la expropiación de los tiempos físicos. El proceso de adaptación a los nuevos modos de producción en el presente siglo, gestiona a favor del colapso y a reacciones que conducen a diversas patologías. El reemplazo del patrón secuencial de la lectura escrita por la configuración de imágenes, según Berardi, despoja al actor social de la crítica por la velocidad de emanación y recepción de datos, acelerando la aprehensión sintética sin la posibilidad de decodificarlos e interpretarlos. Por fuera de este panóptico carcelario de percepciones, el mundo real y específicamente el de las relaciones internacionales se transformó en un laberinto de incertidumbres tan caótico que universalizó ciertas individualidades.

Gigantes con pies de barro 

La detección de síntomas de intolerancia política y social que actuaron de manera centrífuga impulsó por un lado a los Estados Unidos asistiendo a una crisis de credibilidad de su propio sistema político junto a Europa asfixiada por el Brexit y por el otro a la proyección de China y otros estados emergentes como futuras potencias. La dinámica global y su vertiginosidad hicieron tambalear el orden de la gobernanza mundial hacia la des-occidentalización y por ende a la crisis de un sistema de valores y normas de convivencia que va más allá de lo geográfico y que se ha transformado en un sentimiento de pertenencia, también más allá del Atlantismo.

La desvinculación de la administración de D. Trump de diversos acuerdos globales como también la desconsideración hacia algunos Organismos Internacionales tales como la OTAN y la Unión Europea, auguran un escenario difícil en la reconstrucción del liderazgo norteamericano a nivel global por parte del nuevo inquilino de la Casa Blanca, J. Biden. El ausentismo del intervencionismo norteamericana en regiones en tensión como en el este del Cáucaso ha sido reemplazado por la fuerte presencia de Rusia por un lado y de Turquía por el otro aunque bajo el amparo del Grupo de Minsk. El histórico conflicto de Nagorno Karabaj otorgó un papel predominante a la Federación Rusa y a la República de Turquía pero también otras regiones del Asia Central; de Oriente Próximo y las costas mediterráneas; específicamente Siria y Libia se constituyeron en el tablero de enfrentamiento de ambos estados y el síntoma más preponderante de la des-occidentalización mencionada.

No obstante el centro de disputa geopolítica para los Estados Unidos se focalizó en las relaciones turbulentas con la República Islámica de Irán. El asesinato del general Qasam Soleimani en enero del 2020 y del científico iraní más importante del programa nuclear Mohsen Fakhrizadeh en noviembre del 2020 presagiaron una catástrofe para la región que se concatenó con el abandono del Acuerdo Nuclear por parte de la administración de D. Trump y las sanciones económicas impuestas al país persa. Por otro lado en el mismo tablero regional las alianzas pactadas entre el Estado de Israel y otros países árabes tales como Emiratos Árabes Unidos y Bahrein provocaron fuerte rechazo por parte de la Autoridad Nacional Palestina perturbando el clima inestable con enfrentamientos de alto voltaje retórico entre D. Trump, B. Netanyahu y las altas esferas del régimen iraní. La obsesión de D. Trump condiciona la agenda de la política exterior estadounidense de la nueva administración priorizando desanudar un conflicto que puede escalar rápidamente y ofrendar con espacios de hegemonía a otros estados rivales.

Tiempos rápidos y decisiones lentas

El año 2020 es sin dudas el peor de los tiempos dando lugar a la indeterminación y a problematizar el origen de la libertad como construcción o como un derecho natural. La arquitectura del control político desde arriba produjo momentos anárquicos sociales desde abajo proponiendo el desmantelamiento de los modelos tradicionales anti-crisis. En el contexto de la Infoesfera se requiere urgente intermediación pero la saturación y lentitud en el procesamiento y resolución de conflictos frente a la velocidad de los flujos semióticos –sistema de signos- en los actuales modelos racionales de gobiernos pierden la capacidad de control y se desdibujan las posibilidades y las alternativas de resoluciones. La pandemia del COVID-19 ha desestructurado los andamiajes tradicionales que la política utilizaba para subsanar los tipos de crisis económicas, sociales y políticas conocidas hasta la actualidad. Sin embargo, la sinergia entre el sistema capitalista y la tecnología digital han derribado esas fórmulas de solución que han quedado obsoletas proponiendo factores de cambio transhumanos en el hipermundo e impulsando la vida social de la aldea global hacia una dimensión temporal que se halla fuera de control en “el peor de los tiempos”.

 

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